Toda época del año es buena para viajar. A pesar de que verano es la temporada donde más movimientos se realizan, el invierno también puede ser una buena opción para desconectar de la rutina y darte un caprichito que a buen seguro recordarás para siempre. El puente de diciembre es una buena oportunidad, así como el periodo navideño. A continuación te vamos a dar unas razones para que te animes a viajar y te enriquezcas de los diferentes rincones que hay en el mundo.
• Conocer otras realidades, otros mundos. Como ya descubrieron hace mucho tiempo los antropólogos, solemos dar por hecho que nuestras costumbre y tradiciones son las "normales". Es una perspectiva etnocéntrica.
Viajar permite descubrir otros modos de vivir y ser conscientes de que lo que entendemos como normal es casi siempre producto de un contexto natural. Nada más.
• Maravillarnos con lo especial que ofrece la naturaleza en cada sitio. Hay millones de lugares, rincones, espacios, paisajes en los que perdernos. Un glaciar, un bosque en otoño o la transparencia de un lago..Viajamos buscando experimentar esas maravillas, con la ilusión de grabarlas en nuestra memoria para siempre.
• Disfrutar con las grandes creaciones de la humanidad. La humanidad progresa apoyándose en creaciones previas, en hitos que marcan una época. Viajar es disfrutar de ellos: una ciudad, una escultura, unas ruinas, unas pinturas, una obra arquitectónica, un autor… su búsqueda nos mueve.
• Desconectar de nuestra realidad cotidiana. En ocasiones estamos tan metidos en nuestro día a día que perdemos perspectiva. Ya no somos capaces de salirnos de nuestros hábitos y rutinas mentales. Al viajar recuperamos esa posibilidad de ver nuestra realidad desde otro lugar, desde otro momento, de una nueva manera.
• La sensación de libertad que nos provoca. Quizá sea una falsa sensación de libertad, pero al viajar nos sentimos más libres, menos presionados para ser quien se supone que debemos ser ante la mirada de aquellos que nos rodean. El viaje ayuda a despojarse de las máscaras y a dejar salir los aspectos más auténticos y esenciales.
• Vivir aventuras, conocer otra gente. Viajar es una oportunidad para salir de la rutina y adentrarnos en un territorio, donde todo está por suceder. Nuevos desafíos, nuevos estímulos, nuevos compañeros de camino. Por un rato nos sentimos protagonistas de un cuento que vamos escribiendo.
• Salir de tu zona de confort. No podemos olvidar que la mayoría de nosotros vivimos acomodados en nuestra zona de confort. Movernos de esa zona no es cosa fácil y muchas veces que creemos hacerlo sólo la estamos estirando un poquito por los márgenes. Cuando viajas puedes tomarte el viaje de muchas maneras, pero el cambio de escenario facilita que se produzcan situaciones que te saquen, quieras o no, de tu zona de comodidad. Son ocasiones de oro que hay que aprovechar.
• Buscar. Viajar es buscar. Es tener la ilusión de poder encontrar en alguna parte el objeto perdido. Aquello que nos haría eternamente felices. Muchas veces cuando regresamos de un viaje tenemos la sensación de que en aquel lugar dónde estuvimos seríamos felices. La mayoría de veces no es así, pero esa percepción nos puede dar la pista de qué cosas fueron las que nos permitieron sentirnos bien.

• Cambiar. Viajar es un ritual que facilita el proceso de cambio. Salimos siendo una persona y tras los hitos del camino y las nuevas experiencias, en muchos casos, volvemos transformados. En la literatura, la mitología y la religión se ha tratado el tema de viajar. El viaje ha forjado héroes y heroínas desde tiempos inmemoriales.
• Encontrarnos/descubrirnos. El viaje externo tiene, como decíamos en el punto anterior, paralelismos con el viaje interno. Enfrentarnos a situaciones nuevas puede ayudar a que surjan partes de nosotros mismos que desconocíamos, incluso a que descubramos un nuevo interés, un nuevo sentido para nuestra vida.